En un corto recorrido, pero bien aprovechado, hemos conocido el Parque Natural de Valderejo llegando hasta él a través de valles alfombrados de lustrosos cereales cuyas espigas de trigo, avena y centeno se mecían merced a una suave brisa creando paisajes de verdes tonos, encontrando a nuestro paso pequeños caseríos escasos de vida pero de muy cuidadas casas, llamadas la mayoría a lugar de veraneo en los periodos de vacaciones, o en los cortos fines de semana.
Digno de ver en Villanañe, el Palacio de los Varona del siglo XIV de magnifica restauración con su barbacana almenada, sus muros con saeteras y un foso de agua repleto, donde una legión de peces alegran el paso de quienes a ellos se acercan. Situado en un pequeño cerro que más parece un isla en el centro de un mar de cereal, a sus habitantes se le conoce con el nombre de “callaranas”, por la antigua costumbre de verse obligados a silenciar a las ranas mientras dormían sus señores. En el cercano y pequeño poblado de Villanueva de Valdegovia, municipio al que pertenece el castillo, comimos en una “batzoki” (lugar de encuentro de los seguidores del PNV), lugar sencillo de presencia, pero con la credencial de un sabroso chuletón de buey guarnecido de patatas de la zona que gozan de fama justificada y un sabroso arroz con conejo cocinado con maestría.
Dignas de ver, ya de regreso, las Salinas de Añana, convertidas en Monumento Histórico e inmersas en un plan de restauración al menos en una parte de ellas, y que situadas formando un semicircular y amplio graderío, muestran una panorámica de singular belleza envejecida por el tiempo.
Famosas desde su fundación por los reyes castellanos en el siglo XII, han estado funcionando hasta mediados del XX. Eran la salinas uno de los puntos de mayor actividad en toda la Corona con una producción de 3000 tn/año, cuando la sal era el oro blanco por su vital importancia para la conservación de la carne.
Después de un breve reposo en el Parador de Argómaniz, fuimos a conocer la “catedral vieja” de Vitoria, la de Santa María, en la actualidad en fase de restauración pero con la suerte de poder asistir en su Capilla Mayor a una recreación virtual desde su inicio en 1645, y que gracias a una tecnología muy avanzada tuvimos cumplida información de su policromía a través de los siglos, conocida rasgando por manos expertas en sus paredes, en su bóveda y plementerías y demás grupos escultóricos, hasta descubrir su diversos tonos existentes desde su creación y que fueron modificándose por las costumbres pictóricas de cada momento.
Habíamos llegado a la vieja catedral ascendiendo por una escalera mecánica de diversos tramos que asciende por el Cantón de la Soledad. Tras plácido ascenso, llegamos a la parte más alta de la zona medieval muy bien conservada y rica en sus ofertas culturales, destacando, además de la citada Catedral, el Museo Fournier o el de Ciencias Naturales, con su magnífico torreón y la presencia de un tramo de la vieja muralla, esplendida en su conservación.
Ya atardecía y completamos el día bajando por sus calles recoletas y escalonadas, embellecidas de portales blasonados y de rica imaginería. Finalmente y como la noche anterior, igualmente acudimos a la zona de tabernas para seguir disfrutando con sus elaborados pinchos y rico clarete. Finalmente, llegó la hora del cumplido descanso, a lo que nos dedicamos con decidida atención.
No hay comentarios:
Publicar un comentario