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21 marzo 2010

EL FEMATER

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La valencia amurallada hasta el último tercio del XIX tenía su extensión en los arrabales que iban creciendo ante las puertas de Cuarte y de Serranos, así como en los poblados de Ruzafa y Campanar. Salvo estos pequeños núcleos urbanos, todo lo que había en rededor era huerta. Huerta cruzada entre caminos por los que también se accedían a los muchos conventos extramuros, sin olvidarnos de los molinos al provecho de las aguas, como las de la acequia de Mestalla, la más próxima al marginal izquierdo del Turia y que abrigaba a la ciudad. Huerta que fue menguando como consecuencia de los planes de ensanche de una ciudad que los necesitaba con el cambio de siglo.

Y si algo había que unía a la huerta con la ciudad, lo era la figura del “femater”, auténtico cordón umbilical, que al pregón de “ama, ¿hi ha fem?” recorría sus calles a la búsqueda de la basura del interior de las casas, incluso accediendo a las cocinas cuyo basurero luego limpiaba con sus propias manos, gozosas de recoger hacia su huerta el abono necesario para las buenas cosechas.

Y para agradecer tan preciado alimento, que “el femater” recogía a lo largo del año, cuando llegaban las fiestas navideñas, no faltaba nunca el mejor de los regalos entre otros de sus frutos: el de la lustrosa calabaza que luego iba a reinar en la mesa en la hora del postre, obsequio rey, como señal de agradecimiento y de fidelidad a su servicio.

Es imposible entender la existencia de la huerta de Valencia y de su ciudad, ambas como un solo cuerpo, sin la figura del “femater”. Pues si la huerta estaba extramuros, su corazón que la alimentaba estaba dentro de las murallas y la presencia del huertano era como el vaso comunicante que las unía, y que gracias a él, mutuamente se abastecían. Con su trabajo de a diario hacía posible que la tierra diera su bondad, suministrando a la sazón a un mercado que se refugiaba bajo sus toldos ante la Lonja de la Seda y la Iglesia de los Santos Juanes.

La huerta valenciana ha desaparecido en nuestra ciudad, y con la existencia de los abonos el regalo del “femater” figura en la leyenda.

¿Cómo no echar de menos que alguien apareciera en nuestras casas con un regalo en sus manos, aunque fuera interesado, en los tiempos en que vivimos?

1 comentario:

Iván dijo...

Julio, te ha faltado añadir la continuidad del "femater, que conocí, dedicado a recoger, por las calles, las boñigas de caballos y burros, mientras estos mantuvieron su actividad. Limpieza vial gratuita.