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28 marzo 2010

LA CALLE DE LAS BARCAS

la calle de las barcas

La calle de las Barcas tal y como la conocemos en la actualidad, bancaria, comercial y cultural, camina hacia sus primeros cien años de vida en los que ha sido el centro vital donde se ha fraguado toda la expansión económica de la ciudad, y a la sazón desde entonces camino hacia la modernidad en aquella su andadura de comienzos del siglo.

Si queremos saber de su configuración de siglos aún más atrás, sea simplemente por curiosidad, sea por ver en qué ha cambiado su aspecto, como primera medida lo más recomendable es echar un vistazo al plano de Vicente Tosca en torno a su emplazamiento de siempre, donde de inmediato nace la evidencia de un trazado idéntico al de nuestros días, pero con el único cambio en su nomenclátor al ser conocida entonces por la calle del Vall Cubert, dado éste nombre a en todo su recorrido corrían las aguas de un valladar con anterioridad al descubierto; aunque no obstante, también era conocida con el nombre de las Barcas, toda vez que por providencia del Mustaçaf desde 1658, así se consideró por su proximidad al Barrio de Pescadores. Como calle de las Barcas fue conocida en su primer recorrido desde San Francisco, y como Plaza de las Barcas el resto del Vall Cubert, lo que es hoy la calle Pintor Sorolla, correspondiendo su final con el lugar del actual jardín del Parterre.

Al padre Tosca se le merece el honor, junto al matemático Corachán, de ser en Valencia el principal impulsor de los “Novatores”, cuando irrumpieron en la ciudad en los últimos años del siglo XVII de la mano del que fuera presbítero de la Congregación del Oratorio de San Felipe de Neri. Ejercicio sacerdotal el suyo, al que sumó su afición a las matemáticas dentro de un movimiento regenerador de nuestro atraso científico, y que junto a su amor por la ciudad, en la que sus ojos vieron la luz, hicieron que recorriendo todas sus calles, paso a paso, rincón a rincón y con su habilidad trazando con un lápiz rayas, fuera concibiendo en su mente toda la retícula urbana del interior de sus murallas, trasladándola al papel.

Se le conoció por tal motivo como el “Capellà de les ralletes” y su trabajo nos dejó el fruto de un plano urbano que no sólo nos sirve para conocer cómo fue la Valencia que él conoció, sino el saber que a lo largo de casi dos siglos permaneció inalterable, manteniendo su trazado.

Pero volviendo a nuestra Calle de las Barcas y justo en el sitio donde se transformaba en Plaza, había una morera en el lugar donde convergen dos calles, y que se observa en el plano citado: la de la Sequiola, que venía de bajada: la actual de Juan de Austria, y la de la Cofradía de los Sastres, a su encuentro desde la izquierda y en la actualidad de Pascual y Genís. Y aquella morera, repuesta cada vez que la anterior perecía, permaneció en el tiempo hasta que la construcción de una casa dio ocasión a un nuevo chaflán donde después se instalaría una farmacia que en su recuerdo se conoció como la de la Morera; lugar que en la actualidad es la sede del Banco de Valencia en un nuevo edificio que causó furor en su inauguración, monumental y arquitectónico, como mejor respuesta a la de un chaflán situado en un lugar de privilegio.

Pero volviendo nuevamente al pasado, la Nova Fabrica del Riu era la encargada no sólo del cuidado de los valladares que recorrían el interior de la ciudad, sino también de la conservación de los pretiles del rió que la abrazaba, decorados en su extensión por útiles canapés dispuestos al solaz de los paseantes, y que si no muchos, si en cambio lo fueron unas bolas de piedra que cima un pequeño pedestal sobre el pretil, lucieron su esbeltez y siguen siendo un referente emblemático para la ciudad, y que pese a su sencillez, mantienen su elegancia.

Y en aquella bajada de la Sequiola al encuentro con la de las Barcas y protegiendo al paseante del terraplén, fue donde se colocó un pretil de piedra de unos pocos metros rematado en su final por una bola igualmente de piedra y a semejanza de las del Turia, en cuya construcción no debieron andar muy lejos los encargados de sus pretiles.

Plaza aquella de las Barcas también utilizada como mercado de cerdos desde mediados de diciembre y que duraba hasta el Carnaval, de cuyas transacciones un pequeño impuesto se destinaba a la Nova Fábrica de Muros y Valladares.

De todo esto, salvo el trazado urbano de la zona, ya no queda nada. Sólo el chaflán al alcance del paseante y con la posibilidad de observar un pequeño desnivel en el mismo lugar donde estaba el pretil de la Plaza de las Barcas, con su bola de piedra como remate, con el provecho de rememorar a la vieja morera a la sombra de nuestra imaginación. De cuya plácida observación, llegue al paseante el recuerdo de un pasado histórico, justo en el núcleo generador de la Valencia moderna, abierta y universal, como lo es en la actualidad,

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