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09 marzo 2010

EL VIENTO TUVO LA CULPA

el viento tuvo la culpa

La llegada de las barcas a las orillas de El Grao de Valencia suponía a finales del siglo XVII un gran peligro debido a que en los días de fuertes vientos su mar abierto no les daba cobijo, por lo que el Consejo de la Ciudad dio luz verde al proyecto de Tomás Guelda (1685) consistente en la construcción de un dique de piedra que las salvaguardara. Y tras los sucesivos proyectos en un periodo largo de tres siglos se culminó finalmente con el proyecto de Maese (1921), con la dársena orientada al sudeste creando de tal forma un acogedor y seguro puerto.

Con anterioridad las aguas del mediterráneo llegaban en su orilla hasta el “carrer Front del Mar”, la actual calle del doctor LLuch, y los nuevos proyectos de Subercase (1852) y Llovera (1867) que ampliaron el dique de Levante, tuvieron el doble efecto de lograr la seguridad necesaria a las embarcaciones que entraban en el nuevo puerto de El Grao, al tiempo que la arena que escupían las aguas por la acción de las corrientes frenadas ante el dique, hacían crecer las tierras del Pueblo Nuevo del Mar habitado entonces por barracas. Sencillas y pintorescas viviendas que fueron victimas de un voraz incendio en 1796, y que pese al mismo, siguieron igualmente construyéndose junto a las nuevas casas de ladrillo.

No era en aquellos años dieciochescos la zona marítima el lugar más adecuado donde prestar los servicios que requerían los hombres de la mar, quienes a través de la polvareda del Camino Viejo del Grao, así como después por el recién inaugurado Camino del Grao (1801) –el de la actual Avenida del Puerto-,iban con sus carros al Barrio de Pescadores frente al Convento de San Francisco en el centro de la ciudad, en busca de los calafates donde reparar sus barcas, al igual que a los comercios donde se proveían de las redes para la “peixca del bou” y demás utensilios que necesitaban.

El Barrio de Pescadores –en cuyas proximidades había existido una vieja atarazana- fue dejando su razón de ser, tanto en cuanto sus menestrales se iban trasladando a las cercanías del mar, merced al nuevo dique de Levante que iba dando seguridad a sus oficios según avanzaba el siglo.

El Barrio de Pescadores fue convirtiéndose entonces en un barrio pestilente, repleto de antros y gentes de mala condición, en cuyo interior de callejuelas estrechas se tendía a lo irrespirable, lo que hizo que la cirugía de la piqueta fuera de necesidad. Y lo que había sido un barrio maloliente, se convirtió en la zona señorial, elegante, bancaria y de servicios que ennoblece a la ciudad y que en la actualidad disfrutamos

En 1897, Pueblo Nuevo del Mar junto a El Grao se anexionaron a Valencia, y los viejos tranvías de tracción animal desde 1876 fueron sustituidos por el Rovachol (1892): el tranvía de vapor que hizo competencia a la línea del ferrocarril que desde 1852 llegaba a El Grao desde el centro de la ciudad: la estación del Norte situada entonces frente al Barrio de Pescadores.

Un año después de la anexión (1898) se proyectó el Paseo de Valencia al Mar, y la clase acomodada de la ciudad levantaba sus casas de verano a lo largo del Canyamelar, Cabanyal y Cap de França.

Blasco Ibáñez, en 1902, construyó su chalet en la Malvarrosa, en cuya mesa de mármol y observando la mar inspiró alguna de sus obras, gozando al mismo tiempo al ver cómo Sorolla trasladaba al lienzo el color del mediterráneo del que ambos se enamoraron.

Así pues, fueron aquellos temibles vientos racheados del norte los que motivaron a Tomás Guelda a la protección de quienes llegaban a nuestro histórico puerto, toda vez que el viejo “Pont de Fusta” de Antonio Juan, levantado sobre la orilla por orden de Fernando el Católico y que por su fragilidad fue muchas veces reconstruido, hacía peligrar las llegadas de las embarcaciones a nuestra ciudad.

El viento, que fue quien tuvo la culpa, no sólo hizo que nuestro puerto fuera asegurando su fortaleza, sino que contribuyó a que el centro de la ciudad se engalanara, abriéndose a la modernidad.

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