Conocida, pero no digerida la sentencia absolutoria del Muy Honorable D. Francisco Camps y a falta de un eficaz compuesto a base de tila y bicarbonato que calmara sus retorcidas vísceras, la única y rápida ocurrencia de Ángel Luna ha sido la de anunciar a bombo y platillo que el Muy Honorable es un hombre “políticamente muerto”.
De igual forma, tras conocer la decisión de la Fiscalía del Estado de no recurrir la sentencia popular por cuya voz del pueblo tanto habían clamado sus correligionarios, por su cinismo, siempre al alza, no se le ha ocurrido otra insidia que dudar de la imparcialidad del Fiscal.
¿De qué Fiscal? ¿Acaso no se enteró de que fue la Vicepresidenta del Gobierno, entonces fuera de España, quien dio instrucciones inmediatas al Sr. Conde-Pumpidu para que recurriera el archivo del TSJV nada más enterase de la noticia, con seguridad desde un móvil cercano a “Blanquerías”?
¿De qué habla este leguleyo?
Es lógico que un personajillo que optara un día por cobijarse en lo que más parece un cubil de serpientes reaccione de este modo, a ejemplo de cómo lo ha venido haciendo desde que le nombraron portavoz autonómico en las Cortes Valencianas. Su encomienda: la de que fuera desprendiendo desde el atril parlamentario toda la infamia que acumula en su interior. Y no por sus dotes de actor precisamente, sino porque es la forma de actuar de quienes presumiendo de honradez, la carga de corrupción que pesa sobre sus espaldas, es tal, que acostumbrados a navegar por las cloacas enlodadas de la podredumbre, en la persona del exalcalde de Alicante vieron a su mejor aval.
Alcanzó su cenit, cuando en plena actuación no se le ocurrió mayor osadía que lanzar un piedra al hemiciclo valenciano en una metáfora que no resultó ser más que la prueba del algodón de la más clara forma de actuar del izquierdismo manipulador, de ese de “más de cien años de no se qué”, que tanto pregonan.
Que un imputado por varios delitos como Ángel Luna -uno prescrito y otros absueltos por un poder judicial tan cuestionado en las legislaturas de Zapatero- mienta de forma tan clara como manifiesta en un acto parlamentario como nunca se viera, de su mentira, sólo se merece el desprecio de la sociedad y de su partido.
Su gesto, de haber sido una morcilla teatral, en cualquier partido democrático le hubiese costado el puesto y la destitución inmediata del partido. Pero no fue un hecho imprevisto porque la piedra la llevaba en su bolsillo recogida en “Blanquerías”, donde entre sus restos arqueológicos guardan las piedras aún con el hedor que dejaban en sus aguas los curtidos de los “blanquers”.
Pero cuando se está al servicio del sectarismo más adoctrinador, el todo vale es la consigna y la metáfora de sepulcros “blanqueados” por fuera pero llenos de cieno en su interior, es la mejor de las respuestas a la que escenificó en un lugar digno que ensució con su presencia.
De “Blanquerías” venía.
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