El Tribunal Supremo ha dictado su última sentencia por las tres ocasiones en las que ha tenido que sentarse en el banquillo de los acusados el juez Baltasar Garzón.
Le absuelven porque no detectan prevaricación alguna, delito que tantas veces se produce y que cuando se realiza por parte de un juez, el daño a la justicia es irreparable. Aunque en este caso no ha sucedido en beneficio de todos. Inocente pues.
Lo lamentable de todo es que la trayectoria tan beneficiosa para la sociedad del Sr. Garzón se haya dilapidado por sus últimas actuaciones más de acorde con los deseos del Gobierno de Zapatero que otra cosa: dilapidar la transición.
En la misma sentencia se considera que su actuación fue errónea y le reprocha que cuestione la legitimidad de la transición. La que sí tuvo en cuenta para archivar el caso de los asesinatos de Paracuellos. Las dos varas de medir que siempre ha utilizado el izquierdismo.
Ya lo dijo Largo Caballero en febrero de 1936: “si perdemos en las elecciones, iremos a la guerra”. Bueno, la llevaba en la cabeza y al final se salió con la suya. Un simple ejemplo de aquello de los “100 años de honradez” que utilizaron en la transición, cuando lo que debieron hacer es romper con su pasado (donde las sombras anularon sus luces) e iniciar una nueva etapa en beneficio de la sociedad a la que deseaban gobernar.
El Sr. Garzón tendrá que dedicarse a una nueva tarea. Le deseo suerte, aunque temo que no la va a necesitar. El palio virtual le allanará el camino, al tiempo que le facilitará la gloria. Para eso están los “amigos”.
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