Los sindicatos y demás compañeros de viaje, tras los actos diarios que prepararon a conciencia en el periodo fijado desde el 20-N hasta el de las elecciones andaluzas, tras haberse tomado unas vacaciones, anuncian nuevas jornadas de huelga justo cuando el curso escolar termina. Ello, en base a unos supuestos recortes que ponen en peligro la calidad de la enseñanza y que llevará consigo el empobrecimiento cultural del alumno.
Eso dicen. Como si desde hace unos treinta años supieran distinguir la mayoría del alumnado el Guadiana del Guadalquivir.
Un sector, el de la docencia, privilegiado por excelencia y perdón por el pareado, cuya huelga sólo se entiende con una finalidad política inducida por los sindicatos y no por los integrantes de un sector profesional, que por cierto no está dañado por el paro.
Si damos inicio al año por las fiestas navideñas, ya desde un principio goza el sector de quince días de vacaciones, con seguridad para coger fuerzas con las que comenzar el año. No está mal para empezarlo acompañado de las uvas.
Llega el mes de marzo y las fiestas josefinas valencianas, como otras locales de cualquier lugar, representan unos pocos días para disfrutar de holganza, al igual que poco después en las obligadas vacaciones de Semana Santa que dan lugar al cierre de colegios y que se hace extensivo siete días más en la Comunidad Valenciana enlazándolas con las fiestas vicentinas.
Mayo y junio pasan rápido. De inmediato, el cierre de colegios que hasta la primera decena de septiembre representa otras vacaciones de más de sesenta días con su paga extra incluida.
En definitiva, un conjunto vacacional al que hay que añadir algún que otro puente durante el año en el que si los días de fiesta caen entre semana la disfrutan entera, pues haberlos haylos. Si las cuentas no me fallan suma el conjunto cuatro meses, a los que si les restamos el de vacaciones que disfrutan los demás sectores, resulta que los encargados de la docencia tienen tres meses al año más de disfrute que el resto de los españoles.
Y todo ello en un sector cuyo principal motivo debiera ser el de formar a la juventud inculcando valores de responsabilidad solidaria, el de prepararlos para enfrentarse a un futuro de sacrificios a base de esfuerzos pero no de algarabía callejera.
Veremos en qué quedan las jornadas anunciadas en las que como siempre sucede en estos casos la voz de una minoría sectaria es utilizada para unos fines muy arraigados en el sindicalismo español: su servicio a los partidos al que pertenecen. Y ahí están los liberados: que para ello “trabajan”.
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