Uno, a quien le cuesta mucho creer en la honorabilidad y eficacia de la justicia española, ve ratificada su postura, cuando observa que han sido necesarios cinco largos años para juzgar un falso empadronamiento, cuando en poco más de siete días se hubiese podido comprobar el hecho que se denuncia. Una simple llamada al eficaz cuerpo de la guardia civil basta para ello.
Demos un mes para su tramitación judicial, más otra semana para comunicar su resultado. Y en poco menos de sesenta días se puede emitir un fallo judicial sin temor a un fallo en su sentencia.
Decía la Católica Reina Isabel -una adelantada a su tiempo que ante una sociedad de hombres supo ponerlos en vereda tal y como quisieran quienes en la actualidad luchan por una “sociedad de la igualdad”- que para que la justicia sea eficaz, sus fallos deberían ser rápidos. De esta forma, decía, el culpable le tendría temor (el que no se tiene en la actualidad) y la víctima (que se encuentra indefensa) se vería protegida por su rapidez en la ejecución. El que sea lenta facilita a quien está dispuesto a saltársela a la torera, como es el caso de la exvicepresidenta del Gobierno, Fernández de la Vega, que con una justicia eficaz, su acta de disputado le hubiera sido denegada por su manifiesta ilegalidad, en una usurpación tan clara como rápida en su veraz conocimiento.
Se puede entender que ante un caso judicial, en el que el acusado sea una persona física o jurídica con implicación en varias empresas y al mismo tiempo con múltiples ilegalidades, su verificación tenga que ser lenta y exhaustiva, clara y concisa, y tarde por ello meses, incluso algún año para celebrar su juicio; pero cuando es cosa de dos, es decir, habas contadas, y su conclusión pueda efectuarse como en blanco y en botella, su tardanza de cinco años, huele tan mal, que si no se duda de la honorabilidad judicial, es porque la congestión nasal que sufre el sommelier, le impide distinguir a un vino valenciano de la brisa marina ante un mar picado y salpicado por el salitre, poco tiempo después de haber sufrido por los implantes dentales de todo su maxilar inferior.
Por otra parte, el que la Justicia sea lenta, lentísima, sólo sirve para los juicios paralelos de la opinión pública, tan interesados siempre, y en especial cuando son incitados por la clase política. Patraña a que en los últimos años se dedican con la más desvergonzada actitud, en lugar de dedicarse a la cosa pública que es para lo que cobran.
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