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20 junio 2008

ATENAS


Día 12 Atenas

Era el día dedicado a la capital griega y nos recibió caluroso, pero con una suave brisa y bajo un cielo muy limpio. Desde nuestro balcón presenciamos la entrada al puerto del Pireo, el tercero más importante del Mediterráneo, situado a 10 kms de Atenas, ciudades que por su crecimiento están físicamente unidas. Lugar de residencia de más de cuatro millones de habitantes de los once que viven en toda Grecia. En la grandiosidad de su puerto, destaca la sencillez de la Iglesia de San Nicolás, de religión ortodoxa y patrón de los marineros.

Grecia que tuvo su Siglo de Oro en el V a.C. en el que alcanzó su gran esplendor, está situada entre los mares Jónico y Egeo. Hasta el siglo XI la Iglesia de Grecia estuvo unida a la Iglesia Católica, pero fue a partir de este siglo cuando por ansias de poder se separaron, practicando los griegos la religión cristiana ortodoxa. De ella participan el 95 % de la población, cuyo Patriarca no tiene la consideración de infalible, a diferencia del Papa de Roma, mientras lo que les une es su amor en Cristo, por lo que es lógico que se volviera a una unidad perdida.

Desde el siglo II hasta el IV, Roma gobernó Grecia, pero fue el espíritu griego el que conquistó a Roma. Constantino impuso el cristianismo, continuando después el imperio bizantino hasta su caída por los turcos en los inicios de la Edad Moderna, con la toma de Constantinopla por el poder otomano.

Los turcos invadieron Grecia en el siglo XV y durante 400 años sometieron a los griegos a la esclavitud, obligándoles al pago de tributos, lo que significó un largo periodo decadente y sin ningún tipo de progreso, reinando la miseria en sus pocos 100.000 habitantes. Tras su independencia conseguida en 1830 y con no pocas dificultades ha ido recuperando su prestigio, sin conseguir alcanzar el esplendor logrado en la antigüedad.

En Grecia existen 476 islas, de las que sólo 140 están habitadas, siendo la de Creta la de mayor extensión. La base de su agricultura está en el olivo, la vid y el trigo, las tres riquezas por excelencia mediterráneas.

Forman parte de la vida ateniense los Juegos Olímpicos, los que se reanudaron en la ciudad de Atenas en 1896 y que se han ido repitiendo cada cuatro años con la única excepción de las dos guerras mundiales, las que cercenaron su celebración en tres ediciones cuando su único mensaje es el de la Paz simbolizado en una sencilla rama de olivo: al que por lo visto en tres ocasiones las potencias mundiales hicieron su vista ciega.

Cuando le dije a mi esposa que no había escaleras mecánicas para subir a la Acrópolis ateniense, entendió la broma, aunque ya tenía decidido renunciar desde un principio a la antigua ciudad de Atenas.

Recorriendo la ciudad ateniense en el autobús que nos llevó por sus calles más importantes, tuvimos ocasión de presenciar los edificios institucionales más importantes, de estilo neoclásico, captando la impronta de que la ciudad gira en torno a la Acrópolis, y la inexistencia de edificios altos que pudieran impedir su visión desde cualquier punto de la ciudad, llamándonos la atención una iglesia anglicana de estilo gótico poco común en Grecia; así como la existencia de una amplia y larga avenida en recuerdo del rey de Grecia Constantino. También Sofía, la reina de España, tiene dedicada otra calle con su nombre en una zona céntrica de Atenas, y cuando visita Grecia es recibida con grandes muestras de agrado.
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Paramos ante el Estadio Panathinion, construido en 1895 gracias a la generosidad de un acaudalado comerciante griego llamado George Averof –con una magnífica estatua de mármol junto a un lateral del estadio- residente en Alejandría, y sin cuya contribución hubiese sido imposible su construcción, toda de mármol y único en el mundo, capaz de albergar 70000 espectadores.

La ascensión a la Acrópolis es a través de un camino zigzagueante, enlosado de piedras sueltas de mármol que han ido haciendo callo sobre la tierra. Protegido del sol por una arboleda de olivos, principalmente, conduce a la puerta de entrada al recinto, en cuyo interior la imaginación de la Grecia pagana de Homero vuela sobre sus piedras esparcidas por la explanada. En proceso de restauración constante, su lentitud se debe a la falta de medios económicos, y de las ayudas de quienes fueron los causantes de su expolio, cuyo único interés fue el de apropiarse de todo cuanto pudieron.

Los restos del Partenón corresponden a sus ocho columnas frontales y dieciséis laterales, todas ellas dóricas -sin basa y sencillo capitel- y con una suave inclinación hacia el interior. Sus creadores la imaginaron como una pirámide, cuya prolongación aproximándose al cielo las unirían a dos mil metros, simbolizando la sabiduría.

Junto a él se encuentra el templo de Erecteion, de columnas jónicas –con basa y capitel con volutas-, y sus seis famosas columnas cariátides con forma de cuerpo de mujer en uno de sus lados. En él se introdujo el culto a Atenea, quien plantó un olivo a su entrada y que tras el paso de los siglos y en su recuerdo, su presencia es permanente.

Observando una hermosa panorámica de toda la ciudad, vimos la enorme roca de San Pablo, algo lejana, desde la que hiciera sus predicaciones el santo; el lugar público del ágora; y más cerca y pegados al Acrópolis en su ladera, el Teatro Griego del quedan los suficientes restos para su observación. Y el Teatro Romano, certeramente reformado y lugar de diversas actuaciones.

Bajo el dominio turco la Acrópolis fue profanada y el Partenón lo convirtieron primero en mezquita, con la instalación añadida de un minarete, y más tarde, ante las amenazas venecianas, los turcos lo convirtieron en un polvorín. Debido a una explosión producida por una de las bombas, voló por los aires quedando totalmente destruido.
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Particularmente quedé encantando de la visita a Atenas, en la que se representaba el origen de una civilización occidental a la que tanto debemos, y en la que la existencia de un algo que no se ve desde la Acrópolis rezuma en todo el ambiente: el orgullo griego.

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