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04 junio 2008

FERNANDO BOTERO EN EL IVAM


Fernando Botero nos regala en el IVAM una muestra, fiel a su estética, de “el circo” en el que vivimos, el que permanece inalterable pese al paso de los siglos. En el albero de la Roma imperial las alimañas glosaban su triunfo sobre seres famélicos, cuya única fuerza que les mantenía en pie era la de la fe. Nada ha cambiado pues desde entonces, salvo el mundo de opulencia manifestado por el firme pincel del colombiano Botero, en los que, gordos y lustrosos, sus personajes son utilizados para representar una parte del mundo actual en el que se enfrenta la crueldad de los verdugos, a la humanidad de sus víctimas. Y en torno a tal esperpento de vivos colores, cifra su esperanza en el mundo del circo confiado en que la disimulada red que le rodea, sirva para algo al menos.

Nada pues queda difuminado, y en la luz de sus oleos sobre lienzo junto a las mordazas opresoras a voces y ojos, y la soga de esparto que ata manos, pies y cuellos, las figuras nítidas con pinceladas sanguinolentas posan desesperanzadas a un martirologio, donde la sodomía y la vejación castiga al desprotegido que se ve inmerso en un mundo rollizo, rasgo al que Botero siempre recurre.

Y su denuncia, pese a la deformación de sus renglones que tienden hacía la ampulosidad, la hace así más clara y más veraz, más rotunda, pertrecho de una iconografía donde la práctica de la reposición de antiguos sacrificios sobre la especie humana no es casual, porque su adición está y estará siempre latente en el detritus más abominable del ser humano.

La desnudez de los cuerpos la utiliza Botero como lienzo de llagas, huellas impecables de indefensos, fruto de las dentelladas de unos perros salvajes que si son el mejor amigo del hombre, adiestrados para la destrucción, cumplen en su compromiso voraz (auténtica manipulación como la que nosotros estamos sometidos) el encargo del martirio y de la desolación.

Fernando Botero, delator de tantas violencias y masacres sufridas por luchas tribales allí donde sucedieran, denuncia ahora las torturas que recibieron los reclusos de la prisión de Abu Ghraib, en Irak, por parte de los soldados americanos, gozosos de su hazaña. Presidio éste, donde también sufrieron torturas los prisioneros políticos en manos de Saddam Hussein, el genocida estadista, y a las que en un futuro y ojalá no ocurrieran seguirán sufriendo otros, por más que las instituciones al efecto traten de evitarlo.

Aprovechemos al menos, si es que para algo resulta útil, la lección del siglo pasado que debe servirnos para que las miradas de párpados bajados e instaladas cima de sus propios resortes propensos al giro de cuellos hacia otra parte, ostentando patentes de una supuesta intelectualidad, añada y cosecha propia, víctimas de una panfletaria buena fe, cuya simiente borde negara o justificara con su silencio los más horribles crímenes contra la humanidad, no vuelvan a repetirse.

Desde mi Bloc de Notas os recomiendo visitéis con frecuencia el IVAM: el Instituto Valenciano de Arte Moderno, situada en la calle de Guillem de Castro, donde cualquier genialidad os puede sorprender.

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