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20 junio 2008

DUBROVNIK


Día 14 Dubrovnik

La llegada a la ciudad de Dubrovnik estaba anunciada para las ocho de la mañana, pero seguramente ausentes los vientos en contra, una hora antes, el crucero ya estaba amarrado al puerto.

Sin embargo, el cielo nublado lloriqueaba suave y la amenaza de lluvia preocupaba nuestra visita a la histórica ciudad croata. Al bajar del barco una ligera llovizna nos hizo retroceder a la boca abierta en su casco –una de tantas- solicitando unos ponchos de plástico que allí tenían dispuestos para quienes los necesitasen. La lluvia se mantenía insignificante y con un autobús nos trasladaron a la entrada de la ciudad amurallada. En la puerta de Pile, una de las tres existentes en todo su perímetro y antes de pasar por un puente elevadizo que franquea la entrada, bajo unos plátanos frondosos, la guía croata nos situó en la ciudad, tanto en su historia como en los lugares que íbamos a visitar. Existen otras dos puertas, la Buza y la de Ploce.

La ciudad de Dubrovnik, en la que predomina el estilo gótico renacentista, pertenece a la región de Dalmacia y es considerada como la “perla del Adriático”, por lo que su gran atractivo turístico está sobradamente justificado. Su historia hay que conocerla desde su pasado más reciente, cuando la desintegración de Yugoslavia abrió la espita de confrontaciones ajenas al pueblo, pero incentivadas por los iluminados que para desgracia del mundo siguen existiendo por doquier. La declaración de guerra de los serbios y montenegrinos contra los croatas en 1991 supuso el bombardeo de la ciudad, en una guerra que duró cuatro años. Dubrovnik, fue destrozada en un 70%, dejando a su habitantes sin techo e inmersos en su pobreza. Un plano en la Puerta de Pile, marca todos los puntos donde cayeron las bombas, indica sus casa destrozadas y los lugares donde incendios voraces se apoderaron de sus construcciones. Ciudad protegida por la UNESCO, ha sido totalmente rehabilitada y muestra la mejor de sus caras para solaz y disfrute de quienes la visitan.

Croacia, nación que perdió su independencia en 1945 por la fuerza invasora de Tito, quiso recuperarla en 1991, cuando los croatas votaron por su República. En la actualidad, el olvidar la guerra es un deseo inquebrantable de los croatas, como lo es también su entrada en la Unión Europea actualmente en proceso negociador. Croacia tiene cuatro millones de habitantes y la ciudad objeto de nuestra visita 50.000 personas, las que viven ilusionadas hacia un mundo mejor en el que el turismo ejerce un dinamismo inapreciable. Profesan la religión católica el 90% de la población, entre la que se encuentran sefarditas originarios de España y Portugal. San Blas es el patrón de la ciudad y la mayoría de sus habitantes utilizan los nombres de Blas, Ana y María, conformes con la religión que profesan, huyendo de complejos con rancio sabor modernista.

La guía, profesora de español y enamorada de su ciudad, es una bella mujer de ojos azules y raza eslava, orgullosa de sus hijos de quienes nos habló unos instantes para que conociéramos algo del aspecto mocetón de sus gentes, pues alcanzar la altura de los dos metros es lo más característico en la zona. El nombre de la ciudad significa bosque de robles, pues es el árbol que rodeaba a la ciudad, de cuya robustez nada tiene que ver con la de sus habitantes, lo que tendría un especial encanto.

Pasamos el puente elevadizo, y justo en la entrada, como la mejor de las recepciones, se encuentra la Plaza Luza, donde se encuentra la Torre del Reloj, la de los dos hombres verdes de Dubrovnik que marcan las horas; la fuente de Onofrio del siglo XV, la que suministra agua potable a la ciudad y el Monasterio Franciscano de estilo gótico-románico con su claustro considerado como una obra maestra de la arquitectura de Dubrovnik. En su interior, museo farmacéutico, sigue abierta al público una de las tres farmacias más antiguas de Europa, fundada en 1317.

Visitamos la iglesia de San Blas, patrono de la ciudad; el Palacio de los Rectores, quienes gobernaron la ciudad hasta que Napoleón se apoderó de la región sin llegaran a reponer su autoridad y que en su primer piso, sobre un dintel, reza el latinajo de “Obliti privatorv pvblicacvrate” “Deja lo privado oblígate a lo público” consejo que la clase política olvida con frecuencia. Y la Catedral barroca de San Blas del inicio del siglo XVIII, con una esplendida colección de relicarios de plata y oro de influencia bizantina de los siglos XII al XV.

Visitados los puntos más importantes, aprovechamos el tiempo libre para perdernos por sus calles, pese a la lluvia suave que de vez en cuando hacía acto de presencia. Mas de repente, un gran chaparrón desprendió sus aguas que cayendo a chorros, limpiaban aún más el suelo enlosado de la calle principal. Nos refugiamos en una cafetería para tomar un café hasta que menguara la lluvia. Las callejuelas de la ciudad son estrechas y llanas en la zona de tiendas orientadas hacia el mar, pero las que suben hasta las murallas, son auténticos callejones de menos de dos metros, escalonados y cubiertos de plantas que los hacen aún más angostos, donde la vegetación se apodera de la calle ocultando los zaguanes. En estas calles tuvieron su asentamiento los sefarditas, hoy esparcidos por cualquier punto de la ciudad. Llegado a lo alto, recorrí parte de la muralla haciendo fotos de los tejados, torres y murallas de Dubrovnik, encontrando una fuente a pie de una estrecha calle que me llamó la atención, pues siempre que había visto una fuente con un chorrito de agua nacido del sexo de un cuerpo desnudo, nunca había visto el de una mujer: hasta ese momento.

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