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08 junio 2008

EL TEATRO EN UN TEATRO


Pues resulta que sí, que sí se puede hacer teatro sobre un teatro abarrotado de público y sobre un escenario, cuyo milenario enlosado, sirve con eficacia para la representación.

Las gradas restauradas con mimo y rigor histórico acogen a un público complacido que, sin duda, penetra en la obra en su auténtico sabor.

Y aquí, en Valencia, desde diversos sectores, ajenos a la riqueza cultural que ofrecían las viejas ruinas del Teatro de Sagunto y complacidos en su alistamiento servil de cuya causa obtienen buenos frutos, intentan frenar con subterfugios, imitando el estilo Zapatero, el cumplimiento de una sentencia del más alto tribunal.

Pues sí, ahora resulta que sí se puede hacer teatro sobre las piedras de un teatro milenario.

Y lamentablemente, ni Santiago Grisolía y sus correligionarios del Consell Valenciano de Cultura, ni Pepe Sancho y otros más, ni desde la misma Consellería, se dice de defensora de nuestro patrimonio, todos ellos, siguen sin querer enterarse.

El Teatro de Mérida, que más parece el de la época de antes de Cristo, nada tiene que ver con el Teatro de Sagunto: el que más bien representa los tiempos en que vivimos donde el respeto a la ancianidad, como las hojas del otoño, está por los suelos.

Setenta y cinco años llevan los actores actuando en el Teatro de Mérida, cuya semblanza actual es idéntica a la de entonces. Los mismos actores acuden a uno y a otro teatro en sus representaciones, especialmente homéricas, y sólo ellos saben si el influjo pagano lo reciben con la misma intensidad desde las viejas piedras de Mérida o desde las alicatadas de Sagunto.

La fotografía de un teatro lleno de gente corresponde a 1933 en la que se estaban Unamuno y Azaña, documento que debería de hacer reflexionar a más de uno.

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